El tiempo que más importa

reloj de solMarianne Williamson, autora de los libros más vendidos La Era de los Milagros y Un regreso al amor , se centra en el misterio de la atemporalidad; ¿Es posible vivir plenamente el momento? ¿Cómo podemos hacer las paces con la trayectoria de nuestras vidas, con nuestro pasado, presente y futuro? El momento presente, si lo piensas, es el único tiempo que hay. No importa la hora que sea, siempre es ahora.

Sin embargo, a menudo vivimos en otro lugar. Con pensamientos sobre el pasado y preocupaciones sobre el futuro, nos privamos de una experiencia plena del presente. Aunque el pasado ha terminado y el futuro nunca está del todo aquí, nuestras mentes suelen estar tan involucradas con uno o ambos que el presente tiene una función muy pequeña, excepto para formar un puente entre los dos.

Hay otra forma de enfocar nuestra mente, reivindicando más plenamente nuestra experiencia de estar vivo en el momento. El cultivo de la quietud, de un sentido de lo sagrado en cada instante, es una perspectiva radicalmente diferente del veloz viaje del tiempo lineal que domina nuestro mundo. Vivir plenamente el momento es clave para la liberación tanto personal como espiritual. Liberarnos de nuestras obsesiones con el pasado y el futuro es liberarnos de las cadenas que nos unen a ellos. No curamos el pasado habitando allí; curamos el pasado viviendo plenamente en el presente. No aseguramos un futuro mejor viviendo en el futuro; aseguramos un futuro mejor viviendo plenamente y bien en el presente. El tiempo pesa sobre nosotros, hasta que la atemporalidad nos levanta y nos libera.

La fe en una fuerza vital positiva, que es la esencia de una perspectiva espiritual, presenta la posibilidad de que podamos darnos el lujo de relajarnos y dejar que la vida sea. Hasta que hagamos eso, el momento en que vivimos no nos brinda consuelo ni sustento, ni percepción ni sabiduría. Lo peor de todo, quizás, es que no da alegría. No podemos encontrar la paz buscándola en un pasado que no podemos cambiar o buscándola en un futuro que no podemos controlar. La paz solo se puede encontrar en el presente, en el que aceptamos profundamente toda la vida: lo que fue, es y será.

Vivir en el presente no significa renunciar a nuestra responsabilidad de corregir algunas cosas del pasado o de planificar y dar paso al futuro; de hecho, es la responsabilidad final de ambos. El único punto donde el tiempo de Dios, la eternidad, se encuentra con el tiempo tal como lo conocemos es en el momento presente. Y en ese lugar de poder, tanto el pasado como el futuro son sanados.

Entrar en el misterio de la atemporalidad es entrar en el santuario del corazón, donde se nos da la oportunidad en todo momento de comenzar nuestra vida nuevamente. Ninguno de nosotros es perfecto, y los dolores nos abruman a todos. Pero el universo es misericordioso, en el que las oportunidades ilimitadas para nuevos comienzos se construyen en la esencia misma de las cosas. Si perdemos el momento, perdemos las pistas. Echamos de menos la comodidad. Extrañamos el amor. En el presente, cuando nos permitimos vivir plenamente allí, somos restaurados, más sabios, más profundos y felices. No hay ningún otro lugar al que queramos ir, excepto a otro momento presente tan pacífico como el anterior. Hemos puesto el futuro en manos de Dios, que sabe mucho más qué hacer con él, cómo planificarlo y cuidarlo que nosotros.

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